Mi historia

Me llamo Brenda y soy fuerte como una espada. O eso dice el origen germano de mi nombre. Me gusta la idea de haber nacido envuelta en fortaleza. Me hace sentir bien.

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La otra historia, la del origen de uno de los mayores misterios de mi vida, es gaélica. Brandán fue un monje irlandés del siglo VI, que protagonizó uno de los relatos medievales más famosos de esta cultura. Buscaba el paraíso terrenal.

Mi nombre fue una sugerencia que le hizo a mis padres la poeta, dramaturga y escritora gallega, Xohana Torres. Amiga de mi abuela Hortensia. Dos mujeres inteligentes y de armas tomar, a las que he admirado. No he sido la única. Un referente literario, que tenía la fuerza en la pluma; y la matriarca de mi familia, la reina de mi cuento.

Los creadores de mi vida, Miguel y Teresa, se conocieron en  Ibiza, pero se enamoraron en Madrid. Donde nací yo varios años después. Una historia de amor pasional y complicada a partes iguales. Con ellos comprendí la intensidad con la que se puede amar, y muchos años más tarde, el dolor que se puede sentir cuando es mejor escribir el final.

Con un bebé de dos meses, se trasladaron a Vigo, mi casa. Una infancia marcada por mis padres, que me cuidaron y amaron lo mejor que supieron; por la amistad, que tengo la suerte de conservar; y por la pasión por el Ballet clásico, que me enseñó la disciplina y la belleza de este arte, que me dio mucho, pero me quitó otro tanto.

Hubo un tiempo en que quise ser bailarina, pero escogí vivir. Al menos yo, en aquellos días, lo sentí así. Con los años también encontraría similitudes entre el amor y la danza. Duelen, pero el sentimiento es indescriptible y no quieres dejar de vivirlo. Y, además, no se elige ni qué ni a quién se ama.

De mi casa me fui a los 18 años para respirar y empezar mi vida adulta en Madrid, donde empezó todo. La experimentación y la pasión desbordante marcaron mi adolescencia. Inolvidable, pero agotadora. Me emocionaba el cine y me gustaba escribir, así que estudié Comunicación Audiovisual. Me encantaba la Moda, pero no estaba dentro de mis planes.

En Madrid fui feliz e infeliz. Lo normal. Una ciudad increíble para soñar, pero dura en muchos aspectos. Desarrollé muchas de mis curiosidades profesionales, grandes satisfacciones y también decepciones. Conocí a mis amistades de la edad adulta, que afortunadamente siguen en mi vida. Amé y me amaron. Mucho. Volví a mi casa. La familia es la base que sostiene la vida.

En Vigo me hice Doctora en Comunicación y he estado trabajando en televisión, como redactora, reportera y guionista. Y tengo a mi lado al amor de mi vida. Le conocí el día que nació. Se llama Bruno y tiene 5 años.

He vuelto a disfrutar de la amistad de siempre, de la forjada en estos años y de mis padres. Ya con la madurez que me corresponde y con mucho vivido y aprendido por ambas partes. Y, por supuesto, de esta tierra gallega, que aunque a veces vuelva a faltarme el aire y tenga la tentación de abandonarla, siempre la he echado de menos y aquí se está muy bien.

Entre la fuerza de la espada y la búsqueda del paraíso terrenal he llegado a los 37 años poniendo en marcha este proyecto, que lleva tiempo en mi mente y, al que por fin, le ha llegado su momento. Necesito compartirlo, porque así empezó y éste es su desarrollo natural.